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Aproximación al estudio de la Psicología Política y su desarrollo en Chile (página 2)



Partes: 1, 2

Otros estudios en el campo de la Identidad y
Carácter Nacional se encuentran también en el
trabajo de Toloza (1988) quien define el carácter nacional
como "las características psicológicas,
relativamente estables, compartidas por la mayoría de los
miembros de una nación" (pag. 44), y establece la
importancia de su análisis en el hecho de que pueden
deducirse relaciones causales, funcionales y dialécticas
entre estas características psicológicas de los
chilenos y su sistema socio-cultural. En efecto, según
plantea, el individuo refuerza al sistema social al tener
internalizadas sus necesidades, y al mismo tiempo es reforzado
por este, al recibir recompensas sociales cuando manifiesta los
rasgos del carácter nacional funcional a la estructura
social.

En la 2da. Jornada de Psicología
Política
, el tema de la Identidad Nacional fue objeto
de discusión por Jorge Saiz, psicólogo que
estudió la Identidad Nacional en estudiantes
universitarios a partir de la concepción subjetiva de
pertenencia que estos tienen, la valoración de esta
pertenencia, y las variables afectivas a ella ligadas. Concluye
que no hay una Identidad Nacional negativa, pudiendo ser lo mas
bajo una percepción de Identidad neutra por parte de los
sujetos estudiados.

Percepción y Cognición
Política

Esta área temática es una síntesis
de varias temáticas independientes, pero dentro de las
cuales se produce un punto de convergencia con las otras en
cuanto a que cada una de ellas representa enfoques sobre los
procesos cognitivos de influencia social, tales como el cambio de
actitudes, el surgimiento de estereotipos y su influencia; los
efectos del prejuicio, los afectos ligados al pensamiento
político, las representaciones predominantes en ciertos
momentos, "y en general, el estudio de los llamados procesos
mediadores entre realidad, pensamiento y acción, y su
correspondiente transformación" (Dorna y Montero, 1993;
pag. 10). Los temas específicos mas estudiados en
Latinoamérica son las representaciones cognitivas de
conceptos e instituciones políticas, las percepciones e
imágenes que los individuos tienen de los actores
políticos o del gobierno, actitudes (frente al gobierno,
hacia la política como actividad social, hacia los
políticos y los partidos, etc.), y el tema de la
Socialización política que se refiere a los
procesos de internalización y aprendizaje de los
conceptos, valores, actitudes y conocimientos políticos
por parte del individuo en interacción social y familiar
(Montero, 1987; Dorna y Montero, 1993).

En este campo no ha sido muy fructífera la
producción psicológica en Latinoamérica, por
lo menos hasta 1987, y en Chile, hasta esa fecha, solo se
registra un articulo de Betancourt (1985, en Montero, 1987) quien
realizó un estudio sobre los procesos cognoscitivos y
atribucionales en relación con el comportamiento
democrático (Montero, 1987).

A partir de 1987, en nuestro país comienza a
crecer el volumen de publicaciones relativas a la relación
de procesos psicológicos afectivos y cognitivos con los
fenómenos y quehacer políticos, lográndose
hoy identificar 6 de dichos artículos en los
últimos diez años. Sorprendentemente, este numero
es igual al de artículos publicados relativos al trauma
político en el mismo periodo de tiempo, lo que
probablemente podría indicar el crecimiento de un
área a expensas del descenso de otra.

Destacan en este periodo los estudios de Lage (1995a,
1995b) sobre las representaciones subjetivas que tienen los
individuos sobre el panorama político chileno. Lage parte
de la idea que todas las personas tienen consideraciones
subjetivas respecto de la psicología de su país, y
que estas consideraciones determinan sus decisiones
políticas (1995a). En el primero de sus estudios (1995a),
Lage se propone verificar el papel de la educación en la
configuración de dichas representaciones, y para ello
utiliza una metodología derivada de los estudios de Tolman
sobre los mapas políticos. Concluye que los
grupos estudiados tienen una estructura subjetiva
básicamente análoga al panorama político
real de Chile, aunque se dan diferencias por nivel educacional,
comprobándose que aquellos que tienen niveles mas altos de
instrucción no solo tienen mejor reconocimiento del
panorama político, sino que dicho reconocimiento se
explícita con mayor seguridad que aquellos con nivel
educacional mas bajo. Su segundo estudio (1995b), llevado a cabo
entre 1989 y 1992 (periodo de la redemocratización) es un
poco la continuación del primero, y se refiere al estudio
de la evolución de las representaciones subjetivas desde
el régimen militar chileno hasta el nuevo régimen
democrático. Se constata que la población estudiada
es capaz de distinguir entre los dos bloques políticos que
caracterizan la política contingente, aunque se tiene mas
claridad respecto al bloque de derecha, dado que el bloque de
izquierda (concertación) es de formación
relativamente reciente al momento de llevarse a cabo el
estudio.

Otro interesante estudio es el de Manzi y cols. (1988),
en el cual se intenta explicar la naturaleza de los
obstáculos que han impedido los acuerdos entre los grupos
políticos nacionales. Con este fin, se utilizan 6 grupos
políticos al interior de la U.Catolica de Chile para
verificar los fenómenos intergrupales de
categorización grupal (creación de las
categorías nosotros y ellos),
formulación de estereotipos como una forma de establecer
las diferencias entre grupos(que son mayores cuando los dos
grupos están cercanos en el continuo, y no cuando obedecen
a polos opuestos), percepción de homogeneidad en el grupo
ajeno y mayor variabilidad conductual en el propio. Todos estos
fenómenos fueron comprobados, excepto el ultimo, ya que
los grupos políticos de los polos del continuo (UDI y
JJ.CC.) tendieron a verse como un grupo homogéneo en mayor
medida que los otros grupos.

Por su parte, Villegas (1988) también aborda el
tema de las categorizaciones perceptivas, pero lo hace desde el
campo de las relaciones interpersonales, dando lugar a lo que
denomina procesos de clasificación social. Estos procesos
tendrían importancia psicosocial en tanto las
clasificaciones pueden generar expectativas respecto de una serie
de patrones considerados socialmente aceptados, y pueden traer
asociadas reacciones evaluativas de tipo emocional-afectivas.
Villegas revisa las explicaciones teóricas que se han dado
al fenómeno de las clasificaciones sociales, y establece
una forma alternativa de explicación basada en los
procesos de toma de decisiones, pues lo que se hace es decidir la
pertenencia de un sujeto a unas categorías, especialmente
aquellas vinculadas a las características de la
personalidad. La formulación de categorías
politico-ideologicos es probablemente menos amplia, pero no menos
importante, porque dichas categorías también traen
asociadas expectativas de patrones de conducta y evaluaciones
afectivas. El autor verifica estos supuestos en un estudio
realizado en Venezuela.

En el campo de las emociones, Souza y Salamanca (1993)
se proponen identificar los componentes afectivos y emocionales
que podrían estar a la base de la imagen de figuras
políticas chilenas y de acontecimientos políticos
nacionales. Para ello, diseñan una investigación
para medir la valoración que algunos políticos
tienen entre la sujetos de clase media que constituyen la
muestra. Entre otros resultados, se constata que la identidad es
el rasgo mas importante que debe poseer un político, y que
el grado de asociación entre la valoración de
atributos de un líder y la ideología de quien lo
percibe es muy alto, y es en base a esto que podría
explicarse que entre la gente de derecha sean mas legitimas las
emociones normativas, y para la gente de izquierda las emociones
humanistas.

Un trabajo resulta particularmente interesante en este
contexto dada su integración de aspectos del
funcionamiento afectivo, cognitivo y comportamental de los
individuos en la elaboración subjetiva de un
fenómeno socio-politico: en que medida y como afecta el
cambio de régimen militar de gobierno a uno
democrático (Moyano, 1995). Este trabajo se centra en la
vivencia personal expresada por los ciudadanos mismos en 1992,
arrojando como resultado que el 54,11 % de los entrevistados si
declara sentirse afectado por el cambio de régimen, siendo
la principal diferencia significativa la condición etaria
de los encuestados, explicándose el hecho de que los
adultos reconocen afectación en sus vidas por el cambio de
régimen en una proporción mucho mayor al del grupo
de los jóvenes, debido a que estos últimos no
conocieron el periodo democrático anterior (no hay
conciencia de haber "recuperado algo"), y por el contrario, ven
la transición democrática como un cambio del tipo
1, es decir, "se introducen cambios en elementos del sistema pero
sin alterar esencialmente el funcionamiento de este" (pag.
61).

Respecto a la segunda fuente de recopilación de
material psico-politico considerada en este trabajo, hay un grupo
de trabajos relativos a la socialización política
que se expusieron en la 2da jornada de psicología
política
y que están en actual proceso de
publicación. En este contexto, Marianella Denegri (U. de
la Frontera) investiga la psicogenesis de las ideas en torno a la
relación EstadoEconomía. Concluye que la
identificación de esta relación es de
carácter evolutiva, y conforme el niño avanza en
edad, van apareciendo consecuentemente las relaciones
míticas, la pseudocirculación del dinero, la
relación simple entre dinero y producción, y las
relaciones completas entre sistema productivo y relaciones
laborales, así como la noción de financiamiento del
sistema publico. Manzi y González (U. Católica)
también hablaran de un proceso evolutivo, pero en
relación al tema de las representaciones y afectos
referidos al mundo político en niños y
jóvenes de Santiago. En su investigación (que
recién cumplió la primera de tres fases) descubren
que los niños tienes representaciones políticas
incluso antes de insertarse en el sistema escolar , tienen
conocimiento y afecto por la figura del presidente, y estas
representaciones son bastante positivas en general, aunque a
medida que estos niños van madurando afectiva y
cognitivamente toman distancia del tema político y su
visión positiva disminuye.

Rol Político del Psicólogo y la
Psicología

Montero (1987) define este campo como el conjunto de
trabajos que hacen referencia a la función que "tanto los
psicólogos como su disciplina deben desempeñar en
la sociedad, las formas especificas en que los psicólogos,
al igual que otros científicos sociales, pueden intervenir
en la toma de decisiones y la transformación social" (pag.
43). En este sentido Whitford (1985, citado en Dorna y Montero
1993) plantea que la psicología puede constituirse en un
arma contra el subdesarrollo, en un fortalecedor de la democracia
en pro de la paz.

Respecto a Chile, en el periodo estudiado por Montero
(1987) destaca el trabajo de Zuñiga (1976, en Montero,
1987)* en el cual se estudia el papel del científico
social en la experiencia de la Unidad Popular en Chile, como un
agente inserto en toda esa reforma radical social que ello
significó. Se parte de la base que la sociedad Chilena se
encontraba en un periodo de experimentación durante este
periodo.

En los últimos diez años, solo un articulo
publicado en nuestro país se puede ubicar en este
temática, y no responde a una investigación en
sentido estricto puesto que en el se describe una
conversación informal sostenida por Alfonso Luco y
Elizabeth Lira (ambos psicólogos chilenos) con Ignacio
Martin-Baró, una de las figuras mas interesantes de la
psicología social latinoamericana (Montero, 1987; Del
Solar y Piper, 1995). En dicho articulo, Martin-Baró
defiende su tesis de construir una psicología a partir de
los problemas que caracterizan a Latinoamérica, y no desde
el poder, sino que desde las exigencias y reclamos de nuestros
pueblos. Martin-Baró, además, enfatiza el rol
activo que el psicologo debe tener en la tarea de transformar su
realidad, porque según plantea todo trauma o trastorno
individual tiene de trasfondo una realidad
"enfermiza".

Conducta Política y Otros
Aspectos

En esta área temática se consideran
fundamentalmente los aspectos de la conducta expresa en sus
manifestaciones políticas, siendo central el tema de la
participación política, ya sea en forma de
militancia partidista, o bien, de investigaciones que establezcan
la frecuencia de participación en algun lugar y momento
determinado (Montero, 1987). Otros aspecto importante se
encuentra en el hecho que muchos actores en este campo buscan
posibles correspondencias entre la conducta política y la
personalidad. En esta correspondencia, el tema del liderazgo
adquiere particular importancia cuando es entendido en su
dimensión de influencia particular en los procesos
políticos (Dorna y Montero, 1993), y por tanto es
cuestión complementaria de la definición formal de
conducta política en términos de "cualquier
comportamiento intencional realizado por un individuo o grupo con
el fin de lograr algún tipo de incidencia en la toma de
decisiones políticas (Sabucedo, 1990; en D´Adamo,
1995, pag. 93).

No hay en Chile estudios ligados a este tema entre 1856
y 1986 (Montero, 1987), pero si existe un articulo publicado
recientemente en la compilación realizada por
D´Adamo en 1995. Dicho articulo fue escrito por León
Guzman (1995) con el objeto de analizar el proceso mediante el
cual Abimael Guzman construye su liderazgo y legitima su
autoridad en el seno del grupo guerrillero Sendero
Luminoso
en el Perú. Concluye que la
construcción del liderazgo de Guzman se basa en una
actitud mítica caracterizada por una interpretación
mágica o fabulada de una realidad siempre amenazante para
sus seguidores. El carisma y la legitimación de la
autoridad del líder guerrillero no se basan en sus ideales
libertarios o en su valentía, sino que mas bien seria esta
racionalidad del discurso mitificador lo que constituye la
legitimación de su autoridad, aunque no por ello no se le
puede considerar un líder carismático.

En lo relativo a los artículos que abarcan otros
aspectos de la psicología política, Montero (1987)
los define como un conjunto de estudios que tratan temas muy
variados y que tienen poca incidencia en las investigaciones que
se realizan en esta rama de la psicología. Respecto a
Chile, la autora clasifica en esta categoría el trabajo de
J. Villegas (1985, en Montero, 1987)* sobre reacciones
psicológicas y sociales a las investigaciones
científicas relacionados con temas políticos
ideológicos en Chile. Este trabajo debe considerarse de
interés si se tiene en cuenta que en el tiempo en que fue
publicado este articulo efectivamente en Chile si se reaccionaba
de manera especial a todo lo que tuviera algún tipo de
connotación política.

Discusión
y conclusión

Desarrollo de la Psicología Política en
Chile

Del análisis anterior algunas cosas devienen
bastante claras. En primer lugar, si comparamos la
producción bibliográfica durante el periodo de 30
años (1956 – 1986) revisado por Montero (1987) con la
cantidad de artículos, sin considerar las ponencias
aquí comentadas, publicados en los últimos diez
años; debemos concluir que el análisis
psicológico de los fenómenos y quehacer
político tiende a aumentar en nuestro país. Esto
puede ligarse con la explicación que Montero (1987)
entrega al plantear que en periodos de estabilidad el estudio del
gobierno tiende a ir en aumento. Sin embargo, un total de 16
artículos aun es bastante poco, y este hecho puede
articularse en otra explicación de Montero (1987) en el
sentido de que en Chile, como en el resto de
Latinoamérica, la psicología política puede
no haber tenido mayor desarrollo hasta hoy debido a que "esta es
una región que lucha por su desarrollo económico,
en que ciertos campos de la psicología tales como el
desarrollo infantil, la psicología industrial y el
trabajo, el asesoramiento y los problemas clínicos
responden a prioridades sociales, responsables por el impulso
dado a la investigación y docencia en estas áreas"
(pag.20).

Lo cierto es que se ha hecho investigación
psico-politica en nuestro país. Queda, sin embargo, otro
problema por resolver, y dice relación con la naturaleza
misma de este cumulo de artículos, trabajos y ponencias.
En efecto, casi ningún articulo de los
presentados aquí reconoce en algún momento que su
objeto (u objetivo) de estudio se enmarque dentro de la
psicología como un campo diferenciado de otras ramas de la
psicología (la única excepción a esto lo
constituye el trabajo de León Guzman, 1995). Se puede
decir que desde sus planteamientos efectivamente hay un
reconocimiento al objeto de estudio de la psicología
política, aunque no ocurriría lo mismo con respecto
a esta como disciplina o rama de la psicología, por lo
menos no explícitamente. No obstante lo anterior, todos
estos artículos si son susceptibles de enmarcarse dentro
del ámbito de la psicología
política.

Lo anterior se confirma en el hecho de que no obstante
no reconocerce como exponentes de la psicología
política chilena, los contenidos mismos de los
artículos publicados en nuestro país posibilitan el
hecho de que, incluso, dichos artículos sean susceptibles
de ser clasificados dentro de la perspectiva tradicional
o de la emancipatoria que antes describimos como las dos
principales maneras de entender la psicología
política. Así, tenemos un amplio conjunto de
trabajos que responden claramente al concepto y método
tradicional-norteamericano de abordar el estudio de los
fenómenos políticos mediante la aplicación
de conocimientos psicológicos a dichos fenómenos,
idea en la cual se encuentra a la base el hecho de reconocer dos
disciplinas separadas (la psicología y la ciencia
política) que se relacionan de manera tal que una
(psicología) utilice sus explicaciones y marcos
referenciales para intentar dar una explicación , desde su
campo y su perspectiva, al objeto que la otra disciplina (ciencia
política) le ha cedido. Claramente, tal es el caso de
Bravo, 1989; Guzman, 1995; Kovalskys, 1988; Lage, 1995a; 1995b,
Manzi, 1988; Moyano, 1995; Souza, Souza y Salamanca, 1993; y
Villegas, 1988.

La presencia del segundo enfoque conceptualizador de la
psicología política parece no estar muy
representado en Chile. No se observa en los artículos
publicados, excepto tal vez algunos referidos al trauma
político (Becker, 1986; Padilla y Comaz-Diaz, 1987; Luco,
1989; Del Solar y Piper, 1995) aunque tampoco queda tan claro que
así sea, esa actitud activa propia de Martín
Baró, ni tampoco un intento por hacer una
psicología social adecuada a nuestras realidades latinas
(lo que le daría el carácter político a
dicha psicología social, pues se estudiarían las
condiciones y posibilidades del sujeto en nuestras
dinámica sociales y a partir de nuestras
conceptualizaciones del comportamiento político, que es
también social). Por el contrario, se ven aplicaciones de
teorías surgidas de otras latitudes (Europa y
Norteamérica especialmente) aplicadas a fenómenos
políticos sociales de Latinoamérica en particular y
de Chile en particular (los mapas cognitivos en
Lage,1995; 1995b; las consecuencias psicodinamicas en Bravo,
etc.). Sin embargo, los estudios de identidad y carácter
nacional si responden a uno de los postulados del enfoque
emancipatorio, a saber, el conocimiento y estudio de nuestra
propia realidad; y lo hacen en la medida que establecen causas
históricas, antropológicas y psicológicas de
una configuración propia de las características del
latinoamericanismo o el chilenismo.

Frente a esta situación, cualquier persona puede
constatar fácilmente la existencia de las dos principales
corrientes de la psicología política y preguntarse
luego ¿por que entonces la psicología
política chilena parece no existir como tal? Tal vez sea
bueno recurrir a Fernández (1987) para encontrar una
posible respuesta a este dilema: "una buena parte de la
psicología social y política latinoamericana (y por
tanto chilena también) ha concebido su relación con
su realidad como una focalización sobre fenómenos
locales, mientras que al hacerlo ha seguido los cánones
teóricos y metodologicos del pensamiento científico
marcado por otras realidades, lo cual obstruye el desarrollo de
la psicología social y política, aquí, y en
todas partes" (pag. 80). La pregunta queda abierta.

Esta situación, no obstante, parece revertirse en
lo que antes he llamado el desarrollo formal de la
psicología política chilena, especialmente en el
reconocimiento explícito que de esta área de la
psicología se hace a partir de 1988 y en las dos
Jornadas de Psicología Política llevadas a
cabo en Santiago en 1995 (U. Católica) y 1996 (U. Diego
Portales) respectivamente.

La otra cuestión importante a plantearse dice
relación con como se asume el vinculo de las
investigaciones en psicología política con la
psicología social en nuestro país. En Chile, el
trauma político se ha visto mas desde el primer enfoque
mas clínico, y no tanto desde el de trauma
psicosocial
(el cual, a su vez, responde mejor al enfoque
emancipatorio que al tradicional). Por otro lado, en las otras
áreas temáticas abordadas por los trabajos
publicados en Chile (o que hablan sobre Chile), es posible
apreciar la predominancia de conceptos teóricos y
metodología propios de la psicología social
(prejuicios, categorización intergrupal,
clasificación interpersonal, representaciones sociales,
etc.). Esto no hace mas que reafirmar, por lo menos en este campo
de estudio que tiene por objeto la percepción, la
cognición y la conducta políticas, la marcada
tendencia que tiene hacia el enfoque tradicional nuestra
psicología política, pues se da por o menos
establecida la ligazón conceptual de esta rama con la
psicología social. González (2), por ejemplo, se
refiere a la psicología política como existiendo en
un tercer nivel, una sub-especialidad de la psicología
social, análoga a una "sub-especialidad de una
especialidad medica (…), no pretende ni puede ser que se
transforme en un campo autónomo."

La diferencia entre los 3 enfoques de ver el vinculo con
la psicología social puede estar en como se abordan los
fenómenos políticos que desde la psicología
son estudiados. Para León Guzman (1) el problema desde la
visión tradicional es que los psicólogos se traen
los fenómenos políticos a su propio campo, sin
conocer las conceptualizaciones con las que desde su disciplina
de origen se entienden dichos fenómenos. Por esto seria
indispensable la multidisciplinariedad, porque es posible
teorizar respecto a un fenómeno con una batería
conceptual mucho mas amplia, y en esto concuerda también
González (2) al definir la psicología
política como una ciencia en la cual convergen disciplinas
tales como la ciencia política, la sociología y la
antropología.

El tercer problema que analizamos en la primera parte de
este trabajo tiene su punto critico en el desarrollo de la
psicología enChile. El asunto referido a la
generación de conocimiento tiene una incuestionable
respuesta en nuestro país: en Chile hay mas praxis que
teoría, y en función de esto no hay lo que
podría llamarse psicología política
propiamente tal. En esto son enfáticos al momento de
plantearlo León Guzman (1) y Roberto González
(2)

Para Guzman (1), existirían etapas del desarrollo
de una disciplina, y en base a estas establece una
división entre la fase aplicada y la fase
académica. En el caso de Chile, plantea que aun estamos
introduciéndonos como psicología política en
la primera fase (y la psicología en general
también) que incluye la investigación para
verificar aplicaciones plausibles. El principal problema, dice,
se encuentra en la extrapolación sin conocer otras
áreas. Ahora bien, este carácter de aplicabilidad
puede entenderse en dos sentidos (1): el primero se refiere a la
aplicación de conocimientos psicológicos para
intentar explicar algunos fenómenos políticos. El
segundo sentido se refiere mas específicamente a la
utilización profesional o utilitaria de los postulados
generados a partir de la investigación en
psicología política como área diferenciada.
Es en este sentido en el González (2) contextualiza el
máximo desarrollo de la psicología política
en Chile, al plantear que hay muchos psicólogos trabajando
en campañas políticas, en trabajos de
opinión publica, o bien, orientando a la gente que toma
decisiones, ya sea a nivel de empresas, instituciones, o del
mismo gobierno.

En la fase académica (1), la psicología
política debe aspirar a la generación de
teorías y marcos explicativos de los fenómenos
políticos susceptibles de ser abordados desde una
perspectiva psicológica (aunque siempre dentro de un
contexto explicativo multidisciplinar). Es en este campo en el
cual ambos psicólogos entrevistados coinciden en que no
habría mayor desarrollo. González (2) establece el
punto problemático en la casi inexistencia de
psicólogos preocupados por investigar en el área, y
por consiguiente, la aun mas escasa cantidad de psicólogos
con post-titulos o post-grados en psicología
política o en ciencia política. Plantea que para
poder revertir esta situación se debe ir creando
conciencia publica entre los mismos psicólogos, y eso se
va a conseguir mostrando esta incipiente disciplina, de
ahí la importancia de la Jornadas de Psicología
Política.

De todo lo anterior, dos son las conclusiones
básicas que se pueden extraer respecto al desarrollo de la
psicología política en Chile. Por un lado, este
campo ha surgido y se ha desarrollado en respuesta a los
fenómenos políticos y sociales que han marcado el
devenir de nuestro país. Así, en tiempos de
Dictadura y represión militar, la principal
preocupación política de los psicólogos se
centró en la tortura, el exilio, y la atención
terapéutica a víctimas de atropellos a sus derechos
humanos. Luego, con el advenimiento de la transición
política hacia la democracia, los trabajos
psicológicos en este campo se volcaron al estudio de las
evaluaciones cognitivas y afectivas de diversos aspectos del
nuevo panorama político chileno que por entonces comenzaba
a gestarse. La psicología política chilena,
entonces, se ha caracterizado por ser el reflejo de unos momentos
y acontecimientos determinados.

La segunda conclusión dice relación con
que esta psicología política aun no se configura
activa y claramente en nuestro país como un campo
disciplinario diferenciado del resto de las ramas de la
psicología y con un objeto de estudio propio. Esto no
quiere decir que no exista, de hecho ya se habla de un comienzo
formal en 1988 (1), y por lo tanto existe, solo que en forma muy
difusa aún, en forma de aplicación utilitaria y
profesional, en forma de temática para reunir a un grupo
de psicólogos y profesionales de otras disciplinas en
torno a un interés común por todo lo que tenga
relación con los fenómenos políticos y lo
político en si mismo. Sin embargo, no existe
explícitamente en las revistas de psicología de
nuestro país, aunque si implícitamente en la
referencia a muchos de los contenidos publicados. Pero el aumento
progresivo de la cantidad de material bibliográfico
generado en Chile es un buen indicio, y también lo es la
búsqueda de nuevas perspectivas teóricas en el
campo de la psicología que hoy, acaso por necesidad,
practican las nuevas generaciones de
psicólogos.

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    , Vol. 25 (1), pp. 85 – 103.

  • ? Moyano, E. (1995) "Cambios de naturaleza
    sociopolitica: La transición democratica en Chile,
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    Revista AVEPSO, Vol. XVIII (2), pp. 43 – 63;
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  • ? Padilla, A. y Comas-Diaz, L. (1987) "Miedo y
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  • ? Villegas, J. (1988) "La clasificación
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    Psicología y Cs. Humanas (U. Central), Vol. 1
    (1), pp.39-45; Santiago.

Otras Referencias Utilizadas

  • 1. Entrevista Personal a Leon Guzman G.
    Licenciado en Psicología, Magister en Ciencias
    Politicas, Docente Escuela de Psicología Universidad
    Diego Portales. Entrevistado el dia 22 de Octubre de
    1996.

  • 2. Entrevista Personal a Roberto Gonzalez G.
    Secretario Academico Escuela de Psicología P.
    Universidad Catolica de Chile. Entrevistado el dia 16 de
    Octubre de 1996.

  • 3. Apuntes. 2da. Jornada de
    Psicología Politica
    , Universidad Diego Portales,
    Santiago. 14 y 15 de octubre de 1996.

 

 

Autor:

Rodrigo Valdivia Lefort

ARTICULO PARA LA CATEDRA DE TALLER DE INTEGRACIÓN
lV

ESCUELA DE PSICOLOGIA, FAC DE HUMANIDADES,
UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE CHILE

NOVIEMBRE 1996

Partes: 1, 2
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